El derecho del niño a ser escuchado - Por Carolina López Quirós*

El derecho del niño a ser escuchado. Reencuentro con el padre (I)


El nuevo Código Civil y Comercial (CCC) establece en Principios generales que rigen la responsabilidad parental, Art. 639 inc. 3 “El derecho del niño a ser oído y a que su opinión sea tenida en cuenta según su edad y grado de madurez”.
Bajo esta temática expondremos dos casos que se tramitaron en el Centro Judicial de Mediación (CJM) de la ciudad de Córdoba.
Caso 1: Reencuentro con el padre
Juan tiene once años. Es hijo de José y Laura. Desde hace un año no ve a su papá. Laura solicita un trámite de mediación con José y, cuando ella se presenta, nos transmite que decidió iniciar esta instancia de etapa prejurisdiccional porque su hijo se lo pidió. Juan extraña a su papá, nos comenta, y agrega que desde que José tiene nueva familia parece haberse olvidado de su hijo. Que le da bronca darle esta oportunidad de conciliar al padre, pero lo hace porque ve sufrir a su hijo.
José, por su parte, está enojado y se siente culpable. Llora, dice que quiere ver a su hijo, pero que Juan no le brinda señales; que no va a dar el primer paso si su hijo, “de once años”, no da muestras de interés. Cree que su madre le llenó la cabeza y por eso Juan no lo quiere ver más. Le preguntamos entonces si como el adulto de la historia estaba dispuesto a acercarse, ya que su hijo había dado el primer paso al pedirle a su madre que iniciara este trámite. Contestó afirmativamente.
Conversamos con Laura si, a pesar de su enojo, iba a favorecer el reencuentro entre padre e hijo. Nos comentó amargamente que, de haber tenido en claro que eso es lo que debía hacer, no hubiera comenzado esta instancia.
En reunión conjunta con Laura y José, averiguamos si ellos aceptarían que los mediadores tuviéramos una reunión a solas con Juan, en la que hablaríamos confidencialmente con él y sólo les transmitiríamos a ellos lo que él permitiera, y nos dieron su autorización por escrito.
La segunda reunión fue con Juan, a quien le preguntamos si sabía por qué estaba en la mediación y nos contestó que para verlo a su papá. Cuando comentamos si tenía alguna idea de por qué su padre había dejado de verlo, nos dijo con toda claridad que era por muchos motivos: que su papá se había ido a vivir lejos; que tenía nueva familia; que él se había sentido mal en algún momento con la mujer de su padre pero que quería volver a verlo y retomar contacto con su hermana y conocer a su otra hermanita. Agregó que todos creían que él sentía celos de ellas y que eso no era cierto. Finalmente expresó que su mamá estaba enojada, pero que respetaba su decisión de revincularse con su padre y que estaba arrepentido de haber escrito notas ofensivas contra él en Facebook, que le provocaron un disgusto tal que tenía miedo de que no lo quisiera ver más.
Le contamos entonces que su papá había venido a la mediación y eso era un dato muy importante a tener en cuenta. Cuando le preguntamos si quería tener una charla con su papá y aclarar todos estos temas, nos contestó que sí, pero con la presencia de los mediadores en ese encuentro. Indagamos acerca de su voluntad de manifestarle a su padre lo que nos había comentado o bien si prefería que se lo dijéramos nosotros los mediadores, y eligió esta última opción.
Presentes en la sala padre e hijo, les contamos una historia: parece que aquí tenemos un papá y un niño que se perdieron, que se enojaron, que dejaron de hablarse y desde hace un tiempo largo no se ven. Pero ese papá y ese hijo se extrañan y, a pesar de que ambos sienten que el otro cometió errores, se quieren perdonar y retomar la relación.
Que hubo muchos terceros que intervinieron sin que fueran invitados y complicaron la cuestión. Y que, de ahora en adelante, quieren hablar ellos dos directamente, pasar tiempo juntos y de a poco reconstruir una relación que -los dos reconocían- siempre había sido muy linda.
Que este Juan y este José eran muy parecidos –como padre e hijo- y que ambos eran un poco orgullosos y les costaba dar el primer paso. Pero ese paso ya lo habíamos dado nosotros y ahora era su turno.
Lloraban como dos chicos, pero no se miraban.
-¿Se pueden mirar? les preguntamos. Se miraron y… faltaba algo.
¿Qué les gustaría hacer además de mirarse?… y se dieron un abrazo que duro una eternidad.
No es infrecuente que las personas adultas necesiten un sacudón que los vuelva a su realidad para poder recomponerla. Y tampoco es infrecuente que ocurra en mediación.

El derecho del niño a ser escuchado. Reencuentro con la madre (II)


Continuando con el tema de la entrega anterior respecto al derecho del niño a ser escuchado y a que su opinión sea tenida en cuenta según su edad y grado de madurez, les presentamos un nuevo caso.
Lucas y Claudia estuvieron casados diez años. Desde hacía dos estaban separados. Llegan a mediación derivados de un juez de Familia. El año anterior, el padre había planteado un incidente para modificar el acuerdo y cesar con el pago de la cuota alimentaria, ya que el hijo vivía ahora con él. Antes, Teo lo hacía con su madre y ésta pretendía un aumento de cuota.
Desde el inicio se advertía un clima tenso. Caras muy rígidas, ojos llorosos. Puños cerrados. Era tal la situación que los mediadores preguntamos si era factible tener una reunión conjunta, lo que sin embargo fue aceptado a coro.
Las partes estaban acompañadas por sus letrados. Su prudencia y buena fe en gran medida colaboraron con el acuerdo. Los abogados intercambiaron algunas palabras. Ella y él se ignoraron. Los mediadores explicaron las características de la mediación y su preferencia de escuchar a las partes y luego la perspectiva legal de los asesores. El nivel de descalificación mutua fue tal que ir a reunión privada parecía el paso ineludible.
Lucas la acusaba, fuera de sí, de querer sacarse al chico de encima y pretender plata, mientras su abogado constantemente intentaba calmarlo. Finalmente pidió disculpas y manifestó que no habría inconveniente en permanecer todos juntos y que era importante escuchar lo que Claudia quería decir. Agachó la cabeza y no habló más. A su turno, ella explicó casi en llanto que quería ver a su hijo y que Lucas hacía un año que no se lo permitía.
Él volvió al ataque, expresando a los gritos que el alejamiento se debía a que ella había elegido a su nueva pareja por sobre el hijo y que él estaba para defenderlo.
El Dr. Roque, su abogado, pidió unos minutos para hablar con su cliente a solas. Cuando reingresaron, el ánimo era más tranquilo. El letrado explicó que el caso trataba de un aumento de cuota pedido por la señora, el que rechazaban porque hacía más de un año Teo vivía con su padre.
-”¿Por qué no me permite ver a mi hijo? Le ha trastocado la cabeza, no lo deja ni hablar por teléfono conmigo. Cuando decidió irse con él fue porque lo amenazó con que se iba a matar”, dijo ella, llorando. Su abogada la tomó del brazo y la contuvo y susurró que se calmara. Se disculpó y solicitó pasar a reunión privada, en la que insistieron que Teo fuera escuchado. El pedido nos sorprendió porque en los casos en que las diferencias como cónyuges son tan acentuadas no suele haber este tipo de solicitud. Sin embargo, creían que sería conveniente que lo hiciéramos y -lo más importante- se comprometían a aceptar su voluntad. Cierto es que Claudia estaba convencida de que el padre lo había manipulado y por eso su hijo no quería verla. También, de que Lucas era violento, insultaba y amenazaba y ella –y creía que su hijo- le tenían miedo.
En reunión privada con Lucas, aceptó que los mediadores hablaran con Teo. Estaba absolutamente persuadido de que su hijo quería vivir con él y que la actual pareja de Claudia lo maltrataba.
En una reunión a solas con los abogados, aceptaron el encuentro privado con Teo, para intentar detectar su verdadero interés. Se lamentaban de este caso, veían mucha violencia en el vínculo y a un pobre chico muy tironeado. Los padres autorizaron por escrito la entrevista con Teo y se comprometieron a aceptar su deseo. Los mediadores aclararon que la reunión sería confidencial y no dirían nada de lo que hablaran con él, salvo que pidiera lo contrario.
Teo tenía 12 años y era muy inteligente y desenvuelto. Le explicamos que estaba protegido. Que él podía contarnos lo que quería hacer. Que sus padres habían dicho que respetarían su decisión. Insistimos en que nada de lo que habláramos con él iba a ser trasladado a ellos, excepto lo que él autorizara.
Teo tenía muy clara la situación. Quiénes eran su padre y su madre. No tenía buena relación con la pareja de su madre. Sabía que su padre era difícil y prefería evitarse problemas y vivir con él; se sentía mejor así; no quería volver a vivir con su mamá. También dijo que quería retomar el vínculo con ella y que la extrañaba. Que quería que ella le comprara un celular y le pagara un abono porque su papá no lo iba a hacer. Quería ver a sus hermanos. Pero todo eso debía ser en ausencia de su nueva pareja. Que él sabía que Alejandro no era malo. Pero su papá no lo aguantaba.
Trasladamos el pedido de Teo y, para nuestra sorpresa, en un caso y en un contexto en el que jamás creímos llegar a un acuerdo, tal como lo prometieron, los padres respetaron el deseo del hijo.
Cuán importante es que los niños sean escuchados. Y la mediación resulta un ámbito ideal.

Aspectos a tener en cuenta para citar a un niño (III)


Para cerrar el tema del derecho de los niños a ser escuchados, queremos analizar cuándo y en qué condiciones podría resultar conveniente citar a un niño/adolescente a mediación. No siempre es oportuna esta acción; planteamos entonces algunos aspectos a tener en cuenta.
El caso. Marta es médica y concurre a mediación para solicitar aumento de cuota alimentaria. Tiene una hija de 15 años, Victoria, a cuyo pedido inició este trámite. La hija quería asistir a la mediación pero no pudo por cuestiones de estudio.
En reunión privada Marta nos cuenta que Victoria prácticamente no ve al padre y que eso fue siempre así ya que nunca convivieron. Nos contó que Victoria está en tratamiento psicológico por problemas de autoestima y que en eso tenía mucho que ver Luis, su progenitor.
También aclaró que por recomendación del terapeuta era muy positivo que Victoria tuviera tareas extracurriculares que la motivaran, por lo que asistía a telas, pastelería y además al gimnasio.
Esto volvía más abultada la suma que la adolescente necesitaba mensualmente, lo que era un tema a resolver con su progenitor.
Marta insistió mucho en que la hija participara de la mediación para poder decirle al padre todo lo que pensaba y que ella creía era una buena cantidad de cuestiones.
Luis, por su parte, nos cuenta que Victoria nació de una relación casual con la madre. Que no obstante él quería a su hija, tenía en claro el problema que ella atravesó y estaba dispuesto a incluir el tratamiento psicológico dentro de los rubros de la cuota alimentaria.
Él no se sentía en falta porque cumplía sus obligaciones como padre y, en relación con el contacto, lo resolvía directamente con Victoria. Luis manifestó además que no le parecía apropiado que su hija participara en la mediación. Que éste era un tema entre la madre y él. Marta no estaba de acuerdo y siguió insistiendo en que como se trataba de un padre ausente, podrían aprovechar la oportunidad para verse en mediación.
Había mucha carga entre estos padres. Muchas cuentas pendientes, rencor -sobre todo de Marta-, que era traducido en una fuerte preocupación por Victoria y que, según el padre, era exagerada. Luis desconocía las acusaciones de padre ausente. Ella decía entonces “que venga Victoria y me desmienta”. A lo que él le replicaba “no la metas en esto que es entre vos y yo”.
Este caso nos hizo reflexionar sobre el cuidado y la prudencia que debe tener el equipo de mediación a la hora de decidir convocar a un niño o adolescente a una mediación, así como sus resguardos formales.
En primer lugar, los mediadores no somos jueces ni psicólogos. No se trata de un juicio ni de un ámbito terapéutico.
El punto central del que debe partir el equipo de mediación es evaluar la necesidad de la escucha del niño o adolescente en función de aspectos de la dinámica familiar que los involucra, cuya opinión -teniendo en cuenta su edad y grado de madurez- puede tener efectos beneficiosos para el niño/adolescente y el grupo familiar.
El recaudo formal ineludible es el pedido y la expresa conformidad de ambos progenitores por escrito. El hijo debe querer asistir.
Los mediadores debemos dejar en claro que la participación será en reunión privada (nunca delante de los progenitores), que tendrá carácter confidencial y que sólo se trasladará a los padres lo que el hijo permita.
Es la reunión privada la que ofrece al niño o adolescente un ámbito protegido para expresarse con libertad, y el mediador le explicará que interviene porque es su derecho y porque sus padres advierten la importancia de su opinión. El hijo debe tener presente que las decisiones son de los progenitores.
Un objetivo central de la mediación familiar es ayudar a los padres al ejercicio “responsable” de la responsabilidad parental -valga la redundancia-. Con esta finalidad, el procedimiento de mediación no puede permitir que los hijos sean usados como testigos o puestos en el lugar de árbitros de lo que tienen que resolver los mayores.
En el caso que nos ocupa, a pesar de la insistencia de la madre en hacer participar de la mediación a su hija, los mediadores evaluamos que no estaban dadas las condiciones para ello. Y que, a pasar de las dificultades que tenían los padres para ponerse de acuerdo, estaban en condiciones de hacerlo.
De hecho se llegó a un convenio en el que hubo aumento de la obligación alimentaria y se ajustaron algunos relativos al contacto entre el padre y la hija. Fue suscripto por ambos padres.
Concluimos entonces que no siempre es oportuna la participación de los hijos en mediación. Deben darse las condiciones adecuadas.
* Mediadora

Publicado en Comercio y Justicia (Córdoba, 19/10/17, 26/10/17, 02/11/17)

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