Mi mejor mediación “sin acuerdo” - Por Nora Carranza
Mi mejor mediación “sin acuerdo” (I)
Es sabido que muchas veces el parámetro utilizado para medir la “eficacia y calidad de los mediadores” suele ser la cantidad de acuerdos a los que han arribado.
Evidentemente es necesario contar con elementos objetivos para efectuar dicha medición; yo entiendo que no necesariamente el hecho de que un mediador haya logrado que muchas personas “firmen acuerdos de mediación” lo convierte en un buen mediador (o al menos, no sólo por eso), porque puede tratarse de alguien que presione a las personas a acordar sin preocuparse por la calidad de los acuerdos y su sustentabilidad en el tiempo
Si entendemos la mediación como un “proceso”, podemos decir -sin temor a equivocarnos- que nunca “entramos” y “salimos” de una mediación sin que se haya producido un cambio tanto en las partes como en el mediador, aunque no se firme ningún convenio. Por ejemplo, puede ser que no sea posible acordar porque la solución depende de un tercero o de circunstancias ajenas a las partes. Pese a ello es posible que la mediación las haya ayudado a ver la situación desde otra perspectiva o a pensar otras vías de solución o que les haya permitido relacionarse de otra manera o que hayan podido entender la postura de la otra parte, etcétera.
Dentro de este contexto, puedo afirmar que mi mejor mediación, vista desde afuera y con la lupa del “acuerdo o no acuerdo escrito”, fue “sin acuerdo”, es decir, si me miden con esa vara, no fue un buen trabajo porque no “obtuve resultados” (al menos los que se suelen esperar)
El caso: nos llega por derivación del Juzgado Civil en el marco de un juicio de Daños y Perjuicios.
Evidentemente es necesario contar con elementos objetivos para efectuar dicha medición; yo entiendo que no necesariamente el hecho de que un mediador haya logrado que muchas personas “firmen acuerdos de mediación” lo convierte en un buen mediador (o al menos, no sólo por eso), porque puede tratarse de alguien que presione a las personas a acordar sin preocuparse por la calidad de los acuerdos y su sustentabilidad en el tiempo
Si entendemos la mediación como un “proceso”, podemos decir -sin temor a equivocarnos- que nunca “entramos” y “salimos” de una mediación sin que se haya producido un cambio tanto en las partes como en el mediador, aunque no se firme ningún convenio. Por ejemplo, puede ser que no sea posible acordar porque la solución depende de un tercero o de circunstancias ajenas a las partes. Pese a ello es posible que la mediación las haya ayudado a ver la situación desde otra perspectiva o a pensar otras vías de solución o que les haya permitido relacionarse de otra manera o que hayan podido entender la postura de la otra parte, etcétera.
Dentro de este contexto, puedo afirmar que mi mejor mediación, vista desde afuera y con la lupa del “acuerdo o no acuerdo escrito”, fue “sin acuerdo”, es decir, si me miden con esa vara, no fue un buen trabajo porque no “obtuve resultados” (al menos los que se suelen esperar)
El caso: nos llega por derivación del Juzgado Civil en el marco de un juicio de Daños y Perjuicios.
Tengo en la mesa a Petrona, de ocupación enfermera de un hospital público, mamá de Juan (quien falleció a los 23 años en un accidente automovilístico en circunstancias en que circulaba en una moto), acompañada de su letrado, el Dr. Agüero; a Fernando, de 21 años, conductor de una camioneta y sus padres Andrea y Pedro, quienes fueron citados al juicio en su calidad de propietarios de la camioneta que conducía Fernando, acompañados del abogado de la compañía de seguros, el Dr. Contreras. La verdad es que siempre me he preguntado sobre la conveniencia de que sea el abogado de la compañía de seguros quien a su vez defienda al asegurado en los casos de juicios de daños y perjuicios por choque, porque en muchos casos una advierte que existen intereses contrapuestos (por ejemplo, la parte necesita arreglar para no tener un proceso judicial pendiente por razones personales, o laborales, y a la compañía ello no le conviene porque no “le cierran los números” o no es el momento adecuado).
Previo a iniciar el trabajo en este tipo de casos, siempre les pregunto si pueden estar juntos, o si necesitan que comience individualmente con cada parte. La idea es hacer en conjunto el encuadre de trabajo y pequeños acuerdos sobre el procedimiento, para que todos cuenten con la misma información, ya que puede ocurrir que la parte que se vio relegada al segundo turno se sienta en inferioridad de condiciones frente al que comenzó primero y piense que la otra parte “me contaminó” con su discurso. Estuvieron de acuerdo en comenzar juntos.
Previo a iniciar el trabajo en este tipo de casos, siempre les pregunto si pueden estar juntos, o si necesitan que comience individualmente con cada parte. La idea es hacer en conjunto el encuadre de trabajo y pequeños acuerdos sobre el procedimiento, para que todos cuenten con la misma información, ya que puede ocurrir que la parte que se vio relegada al segundo turno se sienta en inferioridad de condiciones frente al que comenzó primero y piense que la otra parte “me contaminó” con su discurso. Estuvieron de acuerdo en comenzar juntos.
La situación era realmente dolorosa para ambas familias. Aquí no es tan importante la mecánica del accidente sino el estado emocional en el que se encontraban las partes. Sólo es necesario saber que se produjo un accidente entre la camioneta conducida por Fernando y la moto conducida por Juan y como consecuencia falleció Juan.
Ambas familias estaban destruidas. A Petrona se le murió un hijo de 23 años pero Fernando estaba muerto en vida. Luego del accidente no pudo manejar más por la impresión que le había causado el hecho de haber matado a una persona por más que haya sido accidentalmente. Por tal motivo perdió su trabajo, dejó sus estudios y se encontraba en una depresión profunda de la que no podía salir pese a la ayuda profesional. Los padres estaban desesperados por no saber cómo ayudar a su hijo. Los tres necesitaban moralmente reparar de alguna manera el daño. Ninguna de las dos familias pudo volver a circular por la esquina donde se produjo el accidente a pesar de que era un lugar por el que necesariamente debían pasar para sus actividades habituales. Preferían hacer un rodeo mucho más largo. Para los abogados, por supuesto, sólo se trataba de una cuestión de números.
Ambas familias estaban destruidas. A Petrona se le murió un hijo de 23 años pero Fernando estaba muerto en vida. Luego del accidente no pudo manejar más por la impresión que le había causado el hecho de haber matado a una persona por más que haya sido accidentalmente. Por tal motivo perdió su trabajo, dejó sus estudios y se encontraba en una depresión profunda de la que no podía salir pese a la ayuda profesional. Los padres estaban desesperados por no saber cómo ayudar a su hijo. Los tres necesitaban moralmente reparar de alguna manera el daño. Ninguna de las dos familias pudo volver a circular por la esquina donde se produjo el accidente a pesar de que era un lugar por el que necesariamente debían pasar para sus actividades habituales. Preferían hacer un rodeo mucho más largo. Para los abogados, por supuesto, sólo se trataba de una cuestión de números.
Mi mejor mediación “sin acuerdo” (II)
En la entrega anterior planteamos un caso en el cual, a raíz de un accidente entre la camioneta conducida por Fernando y la moto manejada por Juan, este último falleció. Ambas familias estaban destruidas y Fernando, sumido en una profunda depresión, causa por la cual dejó sus estudios y perdió su trabajo.
Luego de una reunión conjunta con las partes y sus letrados, resolvimos que mi co-mediadora psicóloga realizara una reunión privada con Petrona (mamá de Juan), porque me daba cuenta de que mi modo la intimidaba un poco y pensamos que podría soltarse y hablar con mayor tranquilidad si lo hacían sin mi presencia. Ello me costó una severa llamada de atención de parte de las autoridades del Centro Judicial de Mediación (CJM) por dejar a mi comediadora “no abogada” sola en una reunión. No importa. Valió la pena.
Allí Petrona pudo expresar que no le importaba el dinero, que no sabía la suma reclamada en la demanda, que lo que ella necesitaba era hablar con la otra familia, que la entendieran, poder perdonarlos.
Luego de una reunión conjunta con las partes y sus letrados, resolvimos que mi co-mediadora psicóloga realizara una reunión privada con Petrona (mamá de Juan), porque me daba cuenta de que mi modo la intimidaba un poco y pensamos que podría soltarse y hablar con mayor tranquilidad si lo hacían sin mi presencia. Ello me costó una severa llamada de atención de parte de las autoridades del Centro Judicial de Mediación (CJM) por dejar a mi comediadora “no abogada” sola en una reunión. No importa. Valió la pena.
Allí Petrona pudo expresar que no le importaba el dinero, que no sabía la suma reclamada en la demanda, que lo que ella necesitaba era hablar con la otra familia, que la entendieran, poder perdonarlos.
Decidimos hacer una reunión sólo con las dos madres. Les dijimos a los abogados que íbamos a trabajar lo emocional, que no era necesario que estuvieran presentes. Los dos se negaron a dejarnos a solas con sus clientes. Fue una reunión muy dura: ambas madres lloraron mucho y pudieron compartir su sufrimiento por sus hijos (uno muerto y el otro muerto en vida). A medida que hablaban yo veía cómo los abogados se separaban físicamente de la mesa corriendo sus sillas, hasta terminar contra la pared. No pudieron articular palabra, siquiera pedir permiso para retirarse. No les prestamos atención; era muy fuerte lo que estaba pasando en la mesa. Al salir, el abogado de la aseguradora me dijo: “¿Cómo me hacés esto? Antes Petrona era un número de siniestro y ahora es esta mujer que sufre por su hijo muerto. ¿Cómo hago para convencer a la compañía para que sea generosa con ella?”. Le contesté: “No te hice nada, yo te avisé y vos quisiste estar. Te entiendo. Es muy difícil para vos y necesitas despersonalizar de alguna manera estas cuestiones porque la decisión depende de un señor que seguramente está en Rosario o Buenos Aires y no conoce a la gente, ni las circunstancias”.
Luego continuamos con reuniones conjuntas con todos. Fernando le propuso a Petrona realizar tareas comunitarias en un hospital público en memoria de Juan como una manera de reparar algo el daño, lo que era muy importante para ella, que es es enfermera. Pedro, el papá de Fernando, se comprometió a proveer leche para un merendero que funciona en un asentamiento urbano marginal de la zona, también en nombre de Juan.
Luego continuamos con reuniones conjuntas con todos. Fernando le propuso a Petrona realizar tareas comunitarias en un hospital público en memoria de Juan como una manera de reparar algo el daño, lo que era muy importante para ella, que es es enfermera. Pedro, el papá de Fernando, se comprometió a proveer leche para un merendero que funciona en un asentamiento urbano marginal de la zona, también en nombre de Juan.
En este estado, debimos concluir la mediación sin acuerdo, ya que el abogado de Petrona, muy enojado, nos exigió concluir con el proceso y nos amenazó con hacernos una denuncia porque decía que con toda esta “movida psicológica” estábamos obligando a su clienta a bajar sus pretensiones económicas (que, dicho sea de paso, nunca tuvo). De todos modos, las partes habían obtenido lo que necesitaban y se retiraron todos muy aliviados y muy agradecidos. Pudieron poner en palabras su dolor en un espacio cuidado, pudieron comprenderse, consolarse recíprocamente y acordar acciones y compromisos que les permitieran el alivio espiritual que buscaban.
Aquí también se me plantea otra cuestión. Siento que, como están planteadas las cosas en el proceso de mediación judicial, a veces se nos olvida algo básico: que debemos trabajar sobre los verdaderos intereses y necesidades de las partes. Que el dinero reclamado es el precio a su dolor, a su impotencia, a su enojo, pero que nunca va a alcanzar para calmarlos. Tendemos a pensar que en estos casos lo único importante es que la cifra “cierre”. Creo que es fundamental que nos recordemos para quién trabajamos, quién es “nuestro cliente”, si es el sistema, si es el CJM, si son las compañías de seguro o las personas concretas, con problemas concretos, que tenemos sentadas a la mesa y a las cuales muchas veces nadie les dirige la palabra siquiera.
Es cierto, no contamos con mucho tiempo, no tenemos grandes posibilidades de aplicar las técnicas que aprendimos para ayudar a la gente; que además nos encontramos a veces con abogados apurados que tampoco pueden escuchar a las personas que están allí (ello sin perjuicio de aclarar que hay excelentes profesionales comprometidos con la mediación y totalmente colaborativos con el proceso; no es para ellos este comentario). Pero somos nosotros, los mediadores, quienes debemos apelar a la creatividad para intentar que la gente pueda llevarse algo más que plata luego de nuestra tarea. No todo se compra ni se vende. Sería bueno que algunos representantes de compañías aseguradoras comprendieran que una buena disculpa puede hacer disminuir considerablemente una cifra y que les conviene que los ayudemos en eso. Por todo esto puedo decir orgullosa que esta fue mi “mejor mediación sin acuerdo”.
Es cierto, no contamos con mucho tiempo, no tenemos grandes posibilidades de aplicar las técnicas que aprendimos para ayudar a la gente; que además nos encontramos a veces con abogados apurados que tampoco pueden escuchar a las personas que están allí (ello sin perjuicio de aclarar que hay excelentes profesionales comprometidos con la mediación y totalmente colaborativos con el proceso; no es para ellos este comentario). Pero somos nosotros, los mediadores, quienes debemos apelar a la creatividad para intentar que la gente pueda llevarse algo más que plata luego de nuestra tarea. No todo se compra ni se vende. Sería bueno que algunos representantes de compañías aseguradoras comprendieran que una buena disculpa puede hacer disminuir considerablemente una cifra y que les conviene que los ayudemos en eso. Por todo esto puedo decir orgullosa que esta fue mi “mejor mediación sin acuerdo”.
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