Cómo comunicar con lenguaje inclusivo y no morir en el intento

 

Cómo comunicar con lenguaje inclusivo y no morir en el intento

Por Mónica Diana Cornaglia * exclusivo para COMERCIO Y JUSTICIA

La neutralidad y la imparcialidad son principios fundantes del ejercicio del rol de los profesionales en mediación. En pocas palabras, pueden definirse como la habilidad o capacidad de suspender nuestra mirada del mundo y nuestra subjetividad en el acto de mediar. Implica pausar momentáneamente aquello que nos constituye como sujetos: nuestros valores, sistema de creencias, ideologías, etcétera. Esa habilidad se comunica a través de los canales analógico y digital; ambos son inter-independientes, es decir que en la práctica se entretejen e interactúan. El canal digital o verbal es por donde circulan las palabras y por medio de éste transmito “lo que digo”.

De esta pequeña síntesis se desprende la importancia de la selección de las palabras que utilizamos para comunicar aquello que queremos decir en el proceso de mediación. Razón por la cual es oportuno y necesario revisar de qué hablamos cuando hablamos de lenguaje inclusivo y reflexionar sobre qué puede aportar a nuestra práctica.

Hace algunos años, cuando socialmente cobró relevancia el uso del lenguaje inclusivo y no sexista, lo hizo a través de una de sus variantes, la de mayor carga simbólica y política: el uso del signo @ o las letras” x” y “e” en reemplazo de las vocales “a” y “o”. Hay que destacar que esta manifestación del lenguaje inclusivo encarna la lucha de los movimientos por la diversidad sexual para que sus identidades sean reconocidas y nombradas. Sin embargo, este uso no es el único posible para lograr un discurso por fuera del universal masculino y de las expresiones sexistas. Por el contrario, la riqueza de nuestro idioma ofrece variadas posibilidades de hablar por fuera de este universal masculino e incluir otras subjetividades. Algunas herramientas para ello son: el uso de sustantivos neutros, el uso de ambos pronombres “él y la”, de palabras “sin género”. 

Así las cosas, luego del cimbronazo de su irrupción y de las reflexiones que este genera, entró en tensión mi práctica habitual y naturalizada de hablar desde el universal masculino/ lenguaje sexista, con el principio de neutralidad /imparcialidad que hace a mi rol de mediadora. A esta tensión sumé lo dispuesto por la normativa nacional e internacional vigente en orden al trato igualitario, al reconocimiento de todas las identidades y de sus derechos (Código Civil, Ley de identidad de género, Ley Micaela, Convención de Belém do Pará, Cedaq, 100 Reglas de Brasilia para el Acceso a la Justicia de Grupos Vulnerables). 

En este contexto, dejé de decirme y de explicarme y, cual mediadora, acudí a las preguntas: ¿Qué impacto tiene una intervención mediadora en lenguaje inclusivo?, ¿Qué impacto tienen las intervenciones mediadoras en lenguaje no inclusivo?, ¿una intervención mediadora en lenguaje inclusivo: qué transmite? ¿Una intervención mediadora omitiendo el lenguaje inclusivo: qué transmite? ¿Cuáles son los principios mínimos que debe tener la comunicación del profesional en mediación en el acto de mediar? ¿Cómo intervenir en mediación conjugando los principios del rol, las reglas del sistema de lenguas, los cambios sociales actuales y la normativa vigente? 

Así, mientras me respondía las preguntas, en una búsqueda de equilibrio en el ejercicio de mi rol , tuve la oportunidad, a fines del año 2019, de conversar con Elena Pérez, decana de la Facultad de Lenguas de la UNC, quien luego de un intercambio riquísimo acerca del lenguaje inclusivo, puso en mis manos el Manual de Estilo de “Recomendaciones para el uso de lenguaje incluyente en textos académicos y administrativos de la Universidad Nacional de Córdoba”, que me ayudó a encontrar el equilibrio entre mi mirada del mundo y el ejercicio de mi rol. Me hizo saber que existe la posibilidad de comunicarse de manera incluyente, sin recurrir a símbolos cómo “x, e, @” y continuar adaptada a requisitos institucionales y formales. Lo incorporé inmediatamente como herramienta y recurro a ella en mi praxis cotidiana. Creo que podemos coincidir en que difícilmente podamos tratar a las personas cómo iguales y ser neutrales e imparciales hacia ellas si elegimos palabras que reconocen una única identidad: la masculina, y borran a las demás. Por eso hoy comparto esta herramienta a la que se puede acceder a través del enlace (https://www.digesto.unc.edu.ar/consejo-superior/honorable-consejo-superior/resolucion/1094_2019/?searchterm=separata), con la intención de contribuir con mis colegas y con aquellas personas que quieran comunicarse de manera inclusiva y no morir en el intento.

* Mediadora.
Comercio y Justicia 23/9/2021

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