Crónica de una virtualidad anunciada
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Crónica de una virtualidad anunciada


La situación de pandemia mundial, ocasionada por el virus del covid-19, acarreó múltiples consecuencias para la humanidad en su conjunto generando, entre ellas, la necesidad de adaptación y redefinición a contextos nuevos o inexplorados, como el de la virtualidad.
En la mediación no estuvimos ajenos/as a estos cambios; el contexto mencionado propició un adelanto en la incorporación de las tecnologías de la información a la resolución de conflictos. Aunque este escenario se venía anunciando desde hacía ya varios años, ahora resuena -por los pasillos del ciberespacio- que la virtualidad llegó para quedarse.
En consecuencia, mediadores y mediadoras nos vimos interpelados/as a entrenarnos y adaptarnos a la mediación en este nuevo mundo virtual. Puesto que, además de las competencias inherentes al rol que en la “presencialidad” desarrollamos y entrenamos habitualmente -fruto de los procesos formativos permanentes-, la actividad del mediador/a en la virtualidad requiere de habilidades específicas. Esto atento a que surgen nuevos escenarios, nuevos lenguajes, nuevas formas de interacción e incluso nuevos elementos, y actores como el componente electrónico (dispositivo electrónico) y el Proveedor de señal (Internet).
Alberto Elisavetsky, en su libro La mediación a la luz de las nuevas tecnologías, nos ilustra diciendo que, desde el punto de vista de las habilidades y competencias, es necesario trabajar dos ejes fundamentales: El entrenamiento en las habilidades técnicas requeridas para gestionar una sala de mediación virtual; y las habilidades necesarias para trabajar con las emociones en la nube y llevar adelante un proceso que además de la escucha activa contemple la lectura también atenta y activa, y el cambio en las proporciones de las comunicaciones verbales y no verbales a las que estamos habituados.
Consideramos entonces que se requiere una atención especial tanto en el ejercicio del rol, como para el manejo de la plataforma, lo que implica intensificar nuestras competencias.
A modo de ejemplo, en la premediación, resultó trascendental conversar antes de la reunión con el/la abogado/a (en caso de tratarse del acceso a la mediación por la vía prejudicial obligatoria), con la parte requerida y con los demás participantes, para asegurarnos la conexión, el manejo de la plataforma, que conozcan la modalidad de trabajo, la documentación que se necesita, etcétera. Al decir del autor citado, “el mediador, además de estar familiarizado y formado en el uso de los recursos digitales que utilizará en el procedimiento, deberá testear previamente que las partes comprendan correctamente el funcionamiento de las herramientas TIC que se emplearán durante el desarrollo de la mediación y que sepan utilizarlas correctamente”.
Durante la mediación existen aspectos de las funciones en la plataforma que requieren un previo manejo y control para que la comunicación pueda darse con las menores interrupciones posibles, y se posibilite la concreción del diálogo, la generación de confianza en el espacio virtual y el trabajo colaborativo entre las personas. En esta tarea, la labor en equipo con el/la co-mediador/a ha resultado fundamental para apoyarnos, asistirnos y acompañarnos.
Hoy, llegando a fin del año 2020, podemos decir que el desafío fue grande, requirió formación específica, adaptación del método a plataformas tecnológicas, políticas públicas y protocolos determinados, pero principalmente el trabajo colaborativo de diferentes actores/as. Nuestro rol, como mediadores/as, requirió de resignificación y adaptación de las habilidades y herramientas del método al medio “tecnológico”. Pero particularmente, repensar y adaptar los principios que fundan el método -confidencialidad, comunicación directa entre las personas, voluntariedad, neutralidad, entre otros- en el espacio de la virtualidad, utilizándolos como parámetro para evaluar cada una de nuestras intervenciones, y en particular, al momento de sortear creativamente aquellos obstáculos imprevisibles del mundo digital.
El contexto presenta nuevamente incertidumbres, en un espacio en el que mediadores/as ya estamos habituados/as a trabajar, pero podemos decir que existen certezas sobre la necesidad de seguir adaptando los métodos de resolución pacífica de conflictos a la virtualidad, acortando distancias físicas, creando puentes entre las personas para que puedan gestionar libre y autónomamente sus situaciones de conflicto en un marco de protección de derechos.
(*) Mediadoras. Creadoras de “Diálogos – Mediación y Derechos”, equipo de profesionales especializadas en mediación y derechos
Comercio y Justicia 19/11/2020
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